Un siervo debía a un Rey
diez mil denarios, no menos,
que era, según los exégetas,
un pastón en aquel tiempo.
(Cómo acumuló tal deuda
(Cómo acumuló tal deuda
no lo aclara el Evangelio).
El Rey le mandó llamar
y le espetó muy severo:
"¿Cuándo me vas apagar?
La paciencia estoy perdiendo;
pasan y pasan los años
y no devuelves ni un céntimo;
voy a embargarte la casa,
campo, ganado y aperos
y te venderé en subasta
con tu esposa, hijos y yernos,
para cobrarme la deuda
y que sirva de escarmiento".
El siervo se echó a sus pies
y le imploraba gimiendo :
"Espera un poco, gran Rey,
dame un poco más de tiempo;
todo te lo pagaré
te lo juro por mis muertos;
las cosas me han ido mal,
la sequía ajó mis predios,
le entró el mildiú a mis viñas
y a mis ganados el muermo.
Señor, ten piedad de mí,
ten piedad de un pobre siervo".
Aquel Rey -que no tenía
espíritu de banquero-
conmovido por las súplicas
y los llantos del labriego
"Alzate" le dijo afable
"basta ya de lloriqueos,
la deuda te la perdona
no me debes ni un sextercio;
qué más da; después de todo
a mí me sobra el dinero".
Salió el siervo del palacio
dando saltos de contento
y en la calle se topó
con un pobre jornalero,
como él, siervo de la gleba,
que le debía un dinero,
una cantidad de nada
cien denarios, más o menos.
Nada más que le hubo visto
abalanzósele al cuello
y le gritaba "! o me pagas
o aquí mismo te degüello"¡
El otro le suplicaba
"suéltame" lo que adeudo
te lo pagaré mañana;
cobrarás; te lo prometo".
Pero el siervo, enfurecido,
tan robusto cual violento,
le propinó tal paliza
que lo dejó medio muerto.
Llegó a oídos del monarca
el lamentable suceso
y al siervo ruin y felón
mandó llamarlo de nuevo.
"Ahora verás", gritó el Rey,
vas a saber lo que es bueno :
en la cárcel de por vida
vas a parar con tus huesos,
por no saber absolver
después de haber sido absuelto".