Jesús, al resucitar,
aparecióse a los suyos
que estaban acobardados,
y a las mujeres, incluso.
En cambio, al buen fariseo
que le cedió su sepulcro,
no tuvo a bien visitarlo,
aunque fuera tres minutos,
con el fin de darle las gracias
por el detalle que tuvo.
Quizás lo hizo por su bien,
por no matarlo de un susto.
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