miércoles, 9 de noviembre de 2011

David, Betsabé y Urías

Despreciando hembras a cientos
y hetairas de gran tupé,
David bebía los vientos,
según los bíblicos cuentos,
por la hermosa Betsabé:
No había en suelo judío
cuerpo de más donosura
ni mujer de más trapío,
ardiente cual calentura
y fresca como el rocío.
Además, siendo casada,
fiel al marido por vida,
tenía la bien plantada
la plusvalía anhelada
de la fruta prohibida.
Pronto empezó el regio acoso,
los guiños y el galanteo,
detrás de Urías, su esposo,
el oficial más rumboso
del escalafón hebreo.
Ella que no era cachonda,
resistía por virtud,
pero oponerse a la ronda
de un rey de picha verrionda
es luchar contra un alud.
Y al final -ya es bien sabido
lo del cántaro y la fuente-
su remilgo al fin vencido,
puso cuernos al marido
aquella dama imponente.
Mas no paró ahí la cosa,
que David, loco sin duda
por la fémina gloriosa,
pretendía hacerla viuda
para tomarla de esposa.
Y tras mucho cavilar,
urdió el monarca una treta
genial para eliminar,
de una manera discreta,
 al valiente militar.
Mandóle que fuera el frente,
una misiva portando
que debía, diligente,
entregar al Alto Mando,
sin leerla previamente.
Decía así el regio pliego
en letras grandes, de ciego,
telegramáticas, frías :
" Te ordeno poner a Urías
primera línea de fuego ".
ajeno a toda sospecha,
sin chistar, el Jefe hebreo
complació el regio deseo;
el resto lo hizo una flecha
de un certero filisteo.
Muerto Urías en batalla,
sobre su cuerpo aún caliente
puso el Rey una medalla,
mientras Betsabé- !canalla¡-
le daba un beso en la frente.

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