Betsabé era linda, Betsabé era hermosa,
rosa del Oriente, flor de juventud;
David la acosaba con ansia rijosa,
le tocaba el arpa y también el laúd.
Al fin, la que fuera modélica esposa,
cediendo al acoso, perdió la virtud,
que oponerse a regia pasión lujuriosa
es como oponerse a montañés alud.
El Rey, para colmo de sus fechorías,
fraguó del marido la eliminación,
mandándole al frente, do más riesgo había,
al frente de un grupo carne de cañón,
y sobre el cadáver del valiente Urías
puso una medalla el sátrapa felón.
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