Huía de una adversa sarracina
Absalón en su jaca a la carrera;
al pasar por debajo de una encina
quedó prendido de su cabellera.
Joab, que perseguía con inquina
al dueño de tamaña pelambrera,
a placer le clavó su jabalina
sin mirar que del Rey el hijo era.
Y al ver que respiraba todavía
vació en él su carcaj, en flechas rico,
tal vez por abreviarle la agonía,
-sospechosa bondad-al pobre chico,
que pagó su indomable rebeldía
muriendo hecho una suerte de acerico.
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