A los pies del maestro una ramera
derramaba perfume del más caro
y algunos murmuraban ! Qué descaro¡
¿Qué pretende la furcia callejera?
Si es ésta una fulana, una cualquiera,
¿Cómo osa, cómo no tiene reparo
en tocar a Jesús, que sabe claro
su oficio pecador, su vida entera?
!"Callad, dejadla hacer"¡ -dijo el Ungido-
será una mujerzuela de la calle,
pero tuvo conmigo este detalle
que nadie de vosotros ha tenido;
si mucho se enlodó y mucho ha pecado
más se le perdonó, pues mucho ha amado.
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