Yo soy el que enterrara su talento
por miedo de que alguien lo robara,
yo soy el que su campo no sembrara
y, si una vez sembró, sembró en cemento;
yo soy el que castró su entendimiento
y enseñar rehusó a la plebe ignara;
soy aquel que ocultó la lumbre clara
debajo del celemín, como el del cuento.
Cometí la peor de las afrentas:
privar a los hermanos de mis dones;
si hay un Juez celestial que pide cuentas
y paga a cada cual por sus acciones,
yo temo merecer penas cruentas,
por mis muchas y torpes decisiones
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