Estaba temblorosa, acurrucada,
la mujer, como perro apaleado,
el rostro juvenil desencajado
del miedo de morir apedreada.
El Rabí levantó la voz airada
al grupo de zelotes apostado:
" Aquel que se halle libre de pecado,
que le lance primero la pedrada".
Al oír al Maestro, se pararon,
mirándose confusos y perplejos,
y las piedras al punto abandonaron,
cogidos en la trampa cual conejos,
cabizbajos y mudos se alejaron,
comenzando, claro es, por los más viejos
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