miércoles, 16 de marzo de 2011

El centurión

De ensalmos y de ungüentos nada espera
ya el noble centurión en suelo hebreo, 
viendo a su hijo en terminal jadeo,
y en sus dioses perdió la fe primera.
Pero un tris de esperanza recupera
oyendo hablar y hablar de un Galileo,
que con sólo su mano y su deseo
cura, fiebres, mudez, lepra, ceguera..
Manda recado, pues, con un criado
y Jesús a la casa raudo llega,
pero el modesto centurión, postrado,
que no penetre en su interior le ruega:
"No soy digno, Señor, pues he pecado,
de que entres en mi casa palaciega:
Di una sóla palabra, di "sanado",
y él sanará pues Dios nada te niega"...
Dijo Jesús: "Tu hijo está curado:
! en parte alguna vi una fe tan ciega¡ 

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