Herodes Antipaso observa expectante
al reo que Poncio Pilatos le manda:
!Al fin lo ha logrado¡ Tiene al fin delante
a aquél que de todos en las lenguas anda¡
Espera mirarlo caer implorante
a sus pies en sumisa demanda
o, al menos, si dice ser Cristo el farsante,
oír sus proclamas y su propaganda.
Mas Jesús, ajeno a la chufla y agravio,
sin mirar siquiera al fatuo mandamás,
no abre la boca, no despega el labio
quien habló a Pilatos y habló a Caifás.
"Terrible es el habla de Dios", dijo el sabio
pero su silencio es más, mucho más.
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