En vano expulsas a los mercaderes,
que el lugar de plegarias y oblaciones
convirtieron en cueva de ladrones,
con sus atareados menesteres;
en vano tratas que esos viles seres
respeten normas y limitaciones;
en vano afeas sus profanaciones,
vano es cualquier mandato que les dieres;
vano es, Maestro, tu clamar al cielo
y el látigo mordiente que restalla,
pues ellos, con el lucro por señuelo,
jamás dan por perdida una batalla;
su codicia, más fuerte que tu celo,
todo lo invade, lo aja y lo avasalla.
Mira, Señor y calla:
Sin apagarse el eco de tus gritos
ya montan otra vez sus chiringuitos
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