Preguntan a Herodes tres Magos de Oriente
la ruta que lleva a Belén de Judá:
Herodes, poniendo una cara inocente,
les dice que él mismo les conducirá;
los Magos le esquivan, pero él, de sirviente,
con disfraz astuto entre el séquito va:
Le roe un deseo: ver personalmente
al Niño que dicen le destronará.
Delante del Infante hinca la rodilla
quien nunca de nadie cayera a los pies,
y, mientras planea la atroz pesadilla,
el gran holocausto contra los bebés,
y al tiempo de irse, besa la mejilla,
la que el Iscariote besará después.
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